Sentado en una de las mesas más escondidas del Café de Don Pedro junto a la ruidosa avenida Roosevelt, Raúl Mijango no ha terminado todavía de comer su plato de espaguetti. Hemos llegado inesperadamente puntuales y le sorprendemos almorzando, aunque son ya las cinco de la tarde. Dice que sus horarios últimamente son un caos. Los viajes por carretera a las diferentes cárceles del país, las largas visitas a los líderes pandilleros presos y las demasiadas reuniones con el gabinete de seguridad o con delegaciones internacionales, le dejan poco tiempo para rutinas. O para el que, dice, es su verdadero trabajo: la importación de granos básicos para abastecer a un programa de nutrición de la Iglesia Católica, el alquiler de un par de pickups para hacer viajes y la venta de sus libros. Aunque la mediación con la Mara Salvatrucha y el Barrio 18 se ha convertido en una tarea de tiempo completo, insiste en que no recibe un centavo del gobierno por ella.
Le hemos pedido cita porque queremos gestionar con él algunas entrevistas. Desde hace un par de meses, Mijango se ha convertido en el principal filtro para que un periodista acceda a un preso en El Salvador. No importa que la visita no sea para abordar la tregua entre pandillas, que desde el 9 de marzo ha reducido en un 60% los homicidios del país; tanto el director general de Centros Penales, Nelson Rauda, como el mismo Ministro de Seguridad, David Munguía Payés, han delegado en Mijango la última decisión sobre la conveniencia o no de que un periodista cruce los muros de una cárcel. “Por cortesía hacia el trabajo que está haciendo”, dice el ministro: “Y para no afectar al proceso.”
La relación entre Mijango y Munguía Payés es estrecha. El mediador bromea sobre la entrevista que el pasado mayo hicimos al ministro: “De mí no vayan a decir que tengo 31 pares de zapatos, jaja. Que les quede claro que solo tengo dos pares. Publíquenlo, jajaja.”
Ya hemos dicho que la relación entre Mijango y Munguía Payés es estrecha. El excomandante guerrillero asegura que el general le contrató como asesor cuando fue nombrado ministro de Defensa en 2009 “porque necesitaba que le ayudara a entender la relación con el FMLN”, y explica que fue una de las personas a las que consultó si debía aceptar o no el Ministerio de Seguridad en 2011. “Yo y otros le dijimos ʻno te metas en esoʼ”, dice Mijango. “Pero él nos insistía en que se lo pedía el Presidente de la República, y para un militar eso es casi como una orden. Yo creo que él no es que dudara si aceptar o no, sino que más bien andaba viendo cómo lo asumía.”
—¿Y en ese punto en concreto usted qué le dijo?
—Cuando aceptó se le dijo que lo que no podía hacer en ningún caso era reeditar lo que se había hecho anteriormente, que no había funcionado. Él respondió que se sentía obligado a buscar todas las formas posibles de cumplir la misión que el presidente le había encomendado.
—Como por ejemplo, dialogar con las pandillas.
—Él sabía que yo no estaba de acuerdo con todas las estrategias anteriores y yo tenía la confianza suficiente de decirle que había tenido contactos con las pandillas y que son gente con la que se puede dialogar. Le dije: ¿por qué no nos das la oportunidad de intentarlo? Pero ni él ni nosotros teníamos idea de la calidad del proceso que se podía aperturar. Al fin y al cabo, aquí los que determinan hasta dónde el proceso puede llegar son ellos, los pandilleros.
Preguntamos a Mijango por los siguientes pasos de lo que desde el gobierno ya se empieza a publicitar como un “proceso de paz” y él habla de la necesidad de formar una mesa oficial de diálogo si se quiere lograr una “solución definitiva” al problema de la violencia ejercida por las pandillas. Se hace un breve silencio y cruzamos miradas entre nosotros. Sin planearlo, la conversación se ha adentrado en una cuestión demasiado relevante: el mediador con la Mara Salvatrucha y el Barrio 18, persona de máxima confianza del Ministro de Seguridad, está lanzando un mensaje alto y claro al presidente Mauricio Funes: tarde o temprano tendrá que abandonar la comodidad del “facilitador” y sentarse cara a cara con las pandillas. Si lo que ha sucedido hasta ahora no es una negociación entre el gobierno y las pandillas, el mediador dice que es momento de que pase a serlo.
Estábamos hablando de hacia dónde va este proceso. Nos decía que ve dos posibilidades: una es intentar estirar esta tregua hasta donde dé y la otra es iniciar un proceso definitivo de paz, que implica montar una mesa oficial de negociación entre el gobierno y las pandillas. Desarrolle la idea.
Esa es mi visión personal: hay que hablar de la situación de centros penales y de qué tipo de planes podemos llevar adelante para ofrecer una oportunidad de reinserción social y productiva a los miembros de las pandillas que están en libertad. ¿Qué va a hacer el gobierno? Eso es lo que hay que ver.
Eso no es nada nuevo. Desde hace años han existido varias mesas de trabajo para abordar el problema de hacinamiento y de condiciones inhumanas en las cárceles; y desde que tengo memoria se ha hablado de prevención y reinserción. De hecho el presidente Funes ha convertido el viceministerio de seguridad en una especie de viceministerio de reinserción. A lo que voy es que, institucionalmente, ya hay espacios para abordar eso. ¿Qué puede ser diferente ahora?
Yo de cómo el Ejecutivo maneja ese tema no te podría decir mucho. Ni siquiera he participado en las reuniones que ha convocado el presidente con diferentes sectores (para el acuerdo de unidad nacional). Te voy a dar mi visión particular: los miembros de las pandillas te van a plantear dos grandes temas: ¿Cómo mejoras la situación en los centros penitenciarios? Y luego: ¿Qué tipo de oportunidades podés brindar de reinserción social y productiva a los miembros de pandillas, que por ahora se sienten obligados a delinquir porque no hay otra forma, según ellos, de ganarse la sobrevivencia diaria?
Ahora bien, ¿qué me imagino yo? Que las pandillas deberían no solo asumir un compromiso alrededor de reducir la parte de hechos delictivos que tienen que ver con homicidios. Hay que entrar y hablar con ellos del tema de la renta, por ejemplo. Y cuando yo he conversado con ellos sobre eso me dicen: “Si es que si a nosotros nos ofrecen condiciones para que nuestra gente se gane la vida de una forma más honrada, nosotros esa mierda la dejamos, porque es una cosa que no nos gusta hacer”. También habría que hablar con ellos sobre el tema de narcomenudeo. Y otro importante es el tema de las armas: no es un secreto que tienen una cantidad de armas y si hay un compromiso de parte de ellos de llevar a feliz término este proceso, hay que hablar con ellos sobre lo de las armas, que las entreguen o algo tiene que pasar, pero esas armas no pueden seguir ahí, al alcance de que cualquiera las pueda ocupar. Otro tema es el relacionado con los cementerios clandestinos: en este país hay personas de cuyo paradero no se tiene ninguna referencia. Ese tipo de cosas.
¿Qué más?
Hay que hablar con ellos de todo lo que tiene que ver con la acción delictiva que los convierte en una asociación criminal. Yo no me atrevo a llegar al tema de su disolución, porque eso sí no es un tema adecuado.
El presidente ha encabezado una serie de convocatorias con varios sectores. Da la impresión de que el éxito o el fracaso del trabajo que está usted haciendo dependen de un proceso liderado por el presidente y del que usted dice no tener información.
No tengo información de lo que está pasando ahí, pero sí sé que él ha hecho una convocatoria a un gran pacto nacional y que él dice que es por la seguridad. Y yo espero que el presidente no ignore que hay un proceso que estamos llevando adelante la iglesia católica y nosotros, de tal forma que se busque interrelacionar un proceso con el otro, porque si no es así no tendría sentido.
Pero ya pasó un mes y medio desde que dijo eso y el proceso es frágil y…
¡Es que eso de que es frágil se lo han inventado los medios!
No es cierto. Yo se lo he oído personalmente al ministro Munguía Payés y al presidente Funes.
Sí, pero yo que he estado trabajando con los actores de este proceso te voy a decir que lo que menos encuentro es fragilidad. La decisión ellos la han mantenido en firme y la principal demostración es que no se han dejado provocar. Si yo te contara la cantidad de muertos que cada pandilla lleva en este proceso… es más que suficiente para romper esto. ¡En otros tiempos por un fallecido han roto iniciativas similares! Te puedo citar el caso de un miembro de la ranfla nacional de la MS que lo mataron hace como 15 días cerca de Ciudad Arce, por ejemplo.
¿Quién lo mató? ¿O no se sabe?
Hasta hoy solo se sabe que un grupo de hombres vestidos de negro y armados lo llegaron a sacar de su casa y lo mataron.
¿Qué piensa la pandilla de este caso?
Cuando ellos nos plantearon el problema nosotros les dijimos desde el inicio que este proceso iba a tener adversarios y detractores. “Habrá gente que va a estar metiendo cizaña y generando desconfianza y todo va a ser con un propósito: hacerles quebrar la voluntad a ustedes”, les dijimos.
En definitiva usted se imagina un proceso en el que el gobierno pone sobre la mesa una reforma carcelaria y una propuesta de reinserción laboral y las pandillas ponen sobre la mesa la renta, el narcomenudeo, cementerios clandestinos, armas…
Fíjate que en mi lógica es al revés: las pandillas ponen eso y el Estado, una vez viendo estas señales, discute lo otro.
¿Hasta el momento diría que el Estado ha estado respondiendo?
El Estado no. Diría que Seguridad Pública ha tenido una actitud que ha favorecido a que el proceso llegue hasta donde está e incluso ofrezca perspectivas de durar más.
Hasta el momento, el gobierno ha hecho sus mejores esfuerzos para evitar que lo que está ocurriendo sea llamado negociación o diálogo con las pandillas, porque le parece que esto le desprestigia. Tal como usted lo ve, esa es la primera barrera que hay que romper.
Así es, porque aquí ni monseñor ni yo somos contrapartes, ni representamos al Gobierno, ni representamos a las pandillas, hasta hoy nosotros hemos hecho lo que está a nuestro alcance y eso es ir buscando facilitar entendimientos entre ellos mismos y gestionar algunas cosas que tienen que ver con beneficios a los cuales ellos tienen derecho y que se les había discriminado en ese terreno. Pero ofrecer soluciones complejas… eso no está en nuestras facultades.
¿A quién se imagina en este proceso representando al Estado frente a las pandillas?¿Cómo se imagina la composición de esa mesa?
Si el proceso entra en una etapa de diálogo y de negociación, tanto monseñor como yo terminamos nuestra función, porque no tendríamos nada más que hacer, porque entonces ya sería entre las partes, que tendrían que ver qué hacen.
Hasta el momento ustedes han sido una correa de transmisión entre un lado y el otro, ¿no?
Es que voy a la segunda parte de mi planteamiento: si en algún momento las pandillas y el Estado mismo consideran que monseñor y yo debemos pasar a jugar un papel diferente, ya no de facilitación entre ellos, sino de intermediación, y nos lo solicitan, nosotros no tenemos ninguna objeción de jugar ese papel, pero esa decisión ya no depende de nosotros.
A eso iba: a que en la práctica a ustedes les ha tocado jugar ese rol desde enero hasta hoy.
Yo creo que la figura de una correa de transmisión es muy sofisticada. Hasta hoy nosotros hemos trabajado con las pandillas para facilitar una serie de entendimientos que ellos han ido dando a conocer al público y hemos aprovechado la interlocución que tenemos con el Ministro de Seguridad Pública para solicitar algunas cosas que a nuestro juicio son necesarias y a las cuales ellos (los pandilleros) tienen derecho. Hasta eso hemos llegado. Pero eso no se ha correspondido con ninguna plataforma de demandas mutuas, donde el gobierno pide algo y las pandillas piden otras cosas.
Digamos que ustedes han ido intuyendo lo que cada parte quería.
Por supuesto, pero eso ya es una cuestión de habilidad interpretativa. Si se abre ese proceso y ya no se requiere de nuestra participación, nosotros satisfechos de haber abierto el camino. Si lo que se hace es entrar en un proceso en el que se requiera que Monseñor y yo juguemos otro papel, diferente al que hemos jugado hasta ahora, y nos lo solicitan ambas partes, para mí sería hasta un privilegio que el país le pueda ofrecer a uno esa oportunidad.
¿Se ve como un representante del Gobierno frente a las pandillas?
No, porque entonces pierdo la fortaleza que hoy tengo, y es lo que me deriva un nivel de confianza muy grande entre ellos: si ellos me ven a mí como gobierno yo pierdo esa confianza.
¿Quién representa al gobierno en ese escenario que nos estamos imaginando, en esa mesa?
El Estado salvadoreño tiene su forma de organizarse, y tendría que definir cómo se hace representar. En el caso de las pandillas yo lo tengo más claro: ellos tienen su forma de estructura. ¿Qué figura va a asumir el Gobierno? Quizá es una respuesta que no te puedo dar yo; te la tendría que dar el personal del Gobierno.
¿Ve a un delegado presidencial o a un delegado ministerial ahí?
El ente encargado de administrar el tema de seguridad pública es el Ministerio de Seguridad Pública y si lo quieres extrapolar un poco yo vería una mesa donde esté el Consejo Nacional de Seguridad Pública.
¿Cuál? Ese Consejo ya no existe…
Yo no sé si esa es la figura, pero la instancia que actualmente funciona como consejo de seguridad pública es la que tendría que asumir.
¿El Gabinete de Seguridad Pública?
¡El Gabinete de Seguridad Pública!, vos has dicho la palabra.
¿Y si no se llega a ese paso?
Si no se llega a ese paso -que nosotros tenemos muy bien explorada esa posibilidad- nosotros haríamos con Monseñor lo que esté a nuestro alcance, mientras se nos permita. ¿A qué me estoy refiriendo? Hemos estado hablando con instancias que pueden de alguna manera ayudar en este proceso: la representación de Naciones Unidas en El Salvador, la gente de la OEA, los representantes de la Unión Europea... la última gestión que hicimos fue reunirnos con los representantes del Comité Internacional de la Cruz Roja, que están interesados en montar una misión en el país. Estamos haciendo lo que a nosotros no nos corresponde, porque las capacidades de Monseñor y mías son súper limitadas. A lo sumo damos para dedicarle parte de nuestro tiempo a este esfuerzo, pero de ahí a que tengamos la capacidad de resolver los problemas que tiene el sistema carcelario o para abrir las oportunidades de trabajo a esta gente, eso es mentira… Hasta ahí no llegamos.
¿Las pandillas ven dentro de su hoja de ruta que se concrete un proceso de negociación con el Estado?
Por supuesto. Ellos te lo dicen clarito: “nosotros estamos dispuestos, lo que no sabemos es si la otra parte está dispuesta”.
¿Para que vayamos a una senda de una solución definitiva el Estado tiene que negociar? Según como usted lo ve, no hay otra salida.
Sí, así es. Y también estoy convencido de que esto tiene tiempos políticos limitados. ¿Por qué? Porque yo te puedo garantizar, y les puedo garantizar a los miembros de las pandillas, que esto se puede prolongar, pero que tiene un límite… Y ese límite se llama 2014. Y he sido franco en expresarles a los miembros de las pandillas: “Miren, en 2014 va a haber elecciones presidenciales en este país, hay tres posibles ganadores: si las elecciones fueran hoy, el primero que tendría posibilidades de ganar es Arena y lo que nosotros conocemos de Arena es que ellos han sido los promotores de políticas que han hecho énfasis en la parte punitiva. El otro que puede tener posibilidades de ganar es el Frente, que estuvo a cargo de la cartera de Seguridad Pública y no fue capaz de abrir un proceso diferente al que ya venían desarrollando las administraciones de ARENA. Y el otro que puede tener posibilidades de ganar es la gente de GANA, posiblemente (el ex presidente Antonio) “Tony” Saca. Y por lo que yo registro fue el más fanatizado de las políticas de represión”. Eso significa que tenés un tiempo político muy reducido, porque el futuro no es prometedor.
¿El ministro Munguía Payés está convencido de eso mismo?
Esa pregunta se la tendrías que hacer a él. Yo hasta ahora he visto mucha apertura y eso se ha demostrado en las facilidades que nos ha dado.
Usted ya exploró esa posibilidad con las pandillas. ¿Al ministro no le ha planteado esa posibilidad?
A David (Munguía Payés) lo que yo le he expresado es la interrogante siguiente: “¿y esto, hasta dónde se piensa que llegue?” Yo necesito saberlo. Seamos realistas: una de las cabezas que aquí esta en juego es la mía y yo necesito saber hasta dónde la representación de las instancias de Seguridad Pública piensa que puede seguir apoyándonos en este proceso.
¿Y qué responde el ministro?
Hasta hoy lo que yo puedo decir de David es que nos ha permitido llegar hasta donde hemos llegado…y que por ahora yo no le he visto ninguna actitud diferente. Eso me da a mí confianza en que podemos continuar. Ahora: David no representa al Estado salvadoreño, él representa a una cartera del Gobierno salvadoreño.
Cuando el presidente de la República insiste en que él no negocia ni negociará con pandilleros, ¿no desanima las expectativas que usted tiene? Al menos la voluntad expresada en estas palabras por el presidente es la de no abrir esos espacios.
Pero al margen del discurso yo veo en el presidente un esfuerzo por tratar de buscar una condición que permita enfrentar los problemas de fondo que se han señalado sobre el tema de la violencia en el país, y eso me parece a mí altamente positivo.
Hablaba usted de 2014 como fecha límite. ¿Las pandillas están dispuestas a esperar hasta 2014?
Si hay alguien que está pensando seriamente en buscar una solución a este tema son las pandillas. Te voy a dar ejemplos: en Occidente, una de las pandillas está haciendo un experimento que para mí es inédito. Han convocado a todos los empresarios a los que ellos han estado extorsionando, los han sentado en una mesa y les han dicho, “miren, ya no los queremos seguir jodiendo, pero hemos sido francos en expresar que nosotros requerimos de condiciones para podernos insertar social y productivamente; ¿qué posibilidades existen de que en vez de que nosotros les sigamos extorsionando, ustedes nos puedan prestar recursos financieros para el desarrollo de actividades productivas donde nosotros vamos a insertar a nuestra gente? Les prometemos que ese dinero se los vamos a pagar.” Los empresarios les han asignado una porción de tierra para que desarrollen cultivos hidropónicos, les han proporcionado semillas e insumos agrícolas, y los cipotes de las pandillas son los que están trabajando ¡sin sueldo!
Ese ejemplo… podría resumirse así: o me das un préstamo o te sigo extorsionando. ¿Eso no es en sí mismo una extorsión?
No, eso ya es una negociación, porque al final lo que le están pidiendo es un apoyo… y ellos asumen el compromiso de resarcir el apoyo. Han abierto un estanque para criar tilapia, están montando una panadería, y en eso ya hay alrededor de unos 30 o 40 cipotes que ya están trabajando.
Se habla de que hay 60,000 pandilleros en el país. ¿Qué valor real le da usted a eso?
Cuantitativamente ninguno, pero cualitativamente sí, porque demuestra que hay una actitud de parte de estos muchachos de querer cambiar su actividad. Cuando veo estos ejemplos yo me lleno de alegría porque digo: “hoy ya no están pensando a quién matar y a quién extorsionar; están pensando en cómo putas integrarse laboralmente”. Tienen ideas de iniciativas emprendedoras bien creativas.
Pongámonos en un escenario un poco más realista en términos macro: este es un país con uno de los menores rendimientos económicos de América Latina; la posibilidad de conseguir empleo para el ciudadano común es muy limitada, y me imagino que las posibilidades de obtener un trabajo para quien ha sido un criminal serán más restringidas; las soluciones que el Estado puede ofrecer, incluso teniendo toda la voluntad, son limitadas. ¿De verdad cree que se puede alcanzar una paz permanente con las posibilidades que tiene el país?
Según algunos estudios la violencia le provoca una pérdida anual al Estado de cerca del 11% del PIB. Eso quiere decir que buena parte de las dificultades a las que tú has hecho referencia son consecuencia de la situación de violencia que el país ha vivido. Cuando yo pienso en actividades de reinserción social y productiva no lo hago desde el esquema clásico, tradicional, de que te generen rentabilidad económica, sino más bien soy partidario de que se diseñen programas y proyectos de reinserción social y económica ¡que lo que te produzcan es paz! Si logras eso ya colocaste a este país en una condición diferente que le puede permitir ir recuperando la base productiva y por consecuencia ir superando ciertos niveles de problemas estructurales.
¿Se da cuenta de que lo que propone en su esquema ideal es que estas estructuras transformen la naturaleza misma que las define?
No, porque yo no estoy yendo al problema de la identidad, porque la identidad de la pandilla nunca fue terminar convertida en la asociación criminal que hoy es. Si vos te remitís a los principios que sirvieron de rectores para la organización de las pandillas en Estados Unidos… tenían otra naturaleza.
¿Y eso qué le importa al niño de 12 años que se está brincando ahorita o que se brincó hace dos meses a una de las pandillas en El Salvador? ¿Por qué cree que estas organizaciones van a encontrar respaldo en sus bases?
Es que de lo que se trata es de corregir esa mutación que se produjo. ¿Qué sentido tiene de que en El Salvador se maten entre la Dieciocho y la MS si los dos grupos son salvadoreños? Ni ellos se percataron de que las cosas podían llegar al nivel que llegaron. Lo que hemos hablado con ellos desde que iniciamos este proceso es que a nosotros lo que nos interesa es que ellos dejen de ser una estructura delictiva; que aspiramos a que ellos renuncien a seguir considerando la violencia como una opción de vida y delinquir como una forma para sobrevivir. Lo de que las pandillas existan… no tengo ninguna dificultad con eso porque creo que es un derecho que la Constitución confiere a todos los salvadoreños, el de asociarse libremente siempre y cuando no transgredan la ley.
En estos momentos el mero hecho de ser pandillero es considerado un delito. ¿Cree que es necesario descriminalizar la pertenencia a pandillas?
Para crear condiciones positivas que favorezcan que este proceso llegue a una solución definitiva yo creo que en algún momento habrá que considerar eso.
¿Qué plazos se da usted para averiguar si el gobierno está dispuesto a abrir una mesa oficial de negociación? ¿Va a esperar hasta 2014?
Mi compromiso es continuar con este proceso hasta que las condiciones me lo permitan, y con ello me refiero a que el ente encargado de la Seguridad Pública lo permita; porque si hay una cosa que no voy a hacer es andar mendigando facilidades para llevar adelante un proceso que es de beneficio para el país. Si no se nos van a prestar las condiciones básicas para hacer nuestro trabajo, ¿qué sentido tiene?
¿Qué margen de tiempo cree que tiene el presidente de la República para decidir dar o no el paso?
Yo no sé qué tiempo pueda estar valorando él, o si no lo está valorando. Yo lo que veo es que esta administración tiene mandato hasta el 1 de junio de 2014, y si no hay posibilidades de algo más yo voy a tratar de llegar hasta donde pueda. Mi mayor temor es que esto se frustre. Y la frustración para mí va a venir de que la sociedad civil y el Estado no tengan la voluntad de hacer que este proceso que se ha abierto llegue a feliz término.