Bitácora / Normalización de la violencia
Seis días en ayunas (y contando) contra la Policía Nacional Civil

Un agente de la Policía Nacional Civil se ha declarado en huelga de hambre para que dejen de perseguirlo por reclamar derechos laborales en la institución. En la quinta noche de la huelga, la Subdelehación de Soyapango desmanteló el puesto policial en el que protestaba y lo dejó solo. Al sexto día, El Policía trasladó la protesta al cuartel general de la PNC.


Fecha inválida
Daniel Valencia Caravantes

Puesto policial del reparto La Campanera, en Soyapango. Foto Daniel Valencia Caravantes.
 
Puesto policial del reparto La Campanera, en Soyapango. Foto Daniel Valencia Caravantes.

En la entrada del reparto La Campanera, en Soyapango, hay una vieja caseta de la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados, la ANDA. Es una pequeña construcción de tres cuartos y un baño, rodeada por tubos gruesos de metal y una cisterna. En el contorno está protegida por una malla de metal que ha sido cubiertapara que desde afuera no se vea lo que hay adentro– por pedazos de lámina, cuartones de duralita y retazos de toldos plásticos. En una esquina hay una pila mohosa y frente a la pila dos barriles llenos con agua. En ese punto, las láminas ayudan a que unos policías –que se baña a guacaladas con el agua de esos barriles– no sean vistos desde afuera por los habitantes de la colonia, entre los que se incluyen a más de 100 pandilleros del Barrio 18.

La caseta tiene un baño con regadera pero el sistema de bombeo del baño no funciona. Por eso los agentes, siempre que lo utilizan, deben acarrear agua en cubetas para limpiarlo. En el baño no hay papel higiénico, y los agentes no siempre pueden comprar papel higiénico. Por eso ocupan papel de diarios vencidos para limpiarse. Quizá esto signifique muy poco, pero para los agentes que viven aquí, y que viajan desde muy lejos para intentar contener a un centenar de pandilleros, que ni siquiera haya papel higiénico es una cruz que en el día a día se vuelve muy pesada. Todo un dolor de cabeza. O cómo dice El Policía que se ha declarado en huelga de hambre: 'Uno lo da todo y de la institución solo recibe palos'.

El Policía tiene 12 años de ser policía. Vive muy lejos El Policía, alrededor de tres horas de viaje. Como el resto de sus compañeros, es un agente que opera como cualquier vigilante con pistola: con turnos extenuantes y muy malas condiciones laborales. El Policía, desde hace mucho tiempo, se ha convertido en un referente para sus compañeros. Al inicio del gobierno de Mauricio Funes, junto con otros, fue parte de un movimiento que intentaba agremiar a todos los agentes en una sola voz. Una especie de sindicato –que no un sindicato real porque los policías tienen prohibido agremiarse– que reclamaba mejoras laborales en todo el país. Este movimiento, del cual El Policía dice –orgulloso– haber sido parte llegó a ser respaldado por el director Carlos Ascencio, a inicios del nuevo gobierno. De estas luchas se explica, por ejemplo, que Funes haya autorizado que cada policía recibiera dos dólares por tiempo de comida, como un extra a su salario. Hoy que ya va de salida, esta gestión elevó esa cifra a $130 mensuales para gastos de alimentación, lavado y planchado por agente.

Pero las prestaciones acaban ahí. Los policías no tienen dinero para la gasolina de los radiopatrullas. Con mucha dificultad pueden acercarse a un par de botas nuevas o ni se acercan. No hace mucho, loa agentes solicitaron a la subdelegación de Soyapango un archivero para poder guardar papeles y el arma de equipo, que la dejan engavetada cuando se van de licencia. La subdelegación, en respuesta, les envió un archivero de metal tan oxidado y tan viejo que los agentes concluyeron que arruinaría las pistolas, así que decidieron colocarlo en el área de baño, para que también los tape. Ahora, encima del archivero, pueden verse residuos de jabón o alguna que otra toalla cuando un agente está duchándose.

En esta caseta no hay condiciones para sobrevivir. Y aquí es lo que intentan hacer cuatro policías al día: sobrevivir. Antes había más, pero de ocho agentes la caseta se quedó solo con seis, dos por cada turno, patrullando una colonia infestada de pandilleros del Barrio 18. Alguna vez está colonia fue famosa porque aquí vivió uno de los pandilleros del Barrio 18 más mencionados por la prensa salvadoreña: se trata de Carlos Ernesto Mojica Lechuga, el “Viejo Lin”. En los prolegómenos del Plan Mano Dura (2003), Lin fue acusado de descuartizar a una mujer de nombre Rosa N., en una cantina ubicada a dos cuadras del cuartel central de la PNC, el Castillo, en el centro de San Salvador. El Castillo es un edificio amplio, grande, espacioso y con piso cerámico, en el que solo la oficina del subdirector de la PNC es más grande que la caseta maltrecha de Las Campaneras. Este reparto también fue famoso porque aquí se filmó el documental La Vida Loca, de Christian Poveda, un realizador franco-español asesinado tiempo después por los mismos pandilleros que le abrieron las puertas hacia sus secretos de convivencia.

Pero volvamos a El Policía. Hará cosa de un mes que lo trasladaron al reparto La Campanera. Y él, ese traslado, lo ve como un castigo. Antes estuvo en otras zonas de la subdelegación de Soyapango y hasta llegó a ser jefe de un puesto policial. Algo inédito porque El Policía es apenas una agente. No es ni cabo ni subsargento ni sargento, rangos reservados para los administradores de puestos policiales. “Algo que habla bien de mi trabajo, ¿supongo?”, dice. Pero hace un mes fue trasladado a Las Campaneras, degradado. Y ese fue un segundo traslado. Antes de eso ya había movido de su puesto a la subdelegación de Soyapango. “Para tenerme vigilado”.

Además de ser de los agentes que más reclaman por los derechos laborales, El Policía también es de los más asiduos colaboradores de la página Policía de El Salvador, en Facebook. En esa página hay denuncias, quejas y señalamientos por la que muchos consideran una “mala administración” de la PNC. No es una página institucional, pero es una página en la que muchos de los usuarios desahogan sus penas.

Por luchar por los derechos de los policías, y por participar activamente en esa página, El Policía denuncia que la institución le ha perseguido.

He detectado seguimientos de vehículos polarizados cerca de mi casa y de la de mis familiares –denuncia.

El Policía asegura que entre el 15 de octubre de 2013 y el 15 de enero de 2014 ha sido perseguido por sus propios compañeros. En concreto, sospecha de elementos del Centro de Inteligencia Policial. Esta denuncia, asegura, ya la ha remitido a la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos.

El 15 y el 20 de octubre de 2013, dice, observó seguimientos de vehículos cerca de su casa y la casa de sus familiares. El 25 de octubre, su hermano, fue detenido en un semáforo por un vehículo desde el cual un sujeto le apuntó con una pistola y le dijo que por culpa de El Policía, y de los reclamos de El Policía, él terminaría con una bala en la cabeza. A mediados de noviembre de 2013, su hermano huyó del país.

—¡Y eso es bien perro! –dice El Policía–. Darse cuenta de que mis propios compañeros me han amenazado a la familia, y uno sin poder hacer nada para defenderla.

El 15 de enero, El Policía fue asaltado en un autobús de la ruta 101-B.

—¡A nadie más asaltaron! Eran dos sujetos que se subieron al bus y yo, que soy policía, puedo decir que tenían pinta de policías. Esos no eran ladrones ni pandilleros –dice.

Le pegaron en la cabeza, una patada con la punta de una bota, y le robaron los celulares. En febrero vino el primer traslado, y luego vino el segundo traslado. Y ahora desde La Campanera se declara en huelga de hambre. El jueves 8 de mayo le notificaron un traslado más. Lo han requerido en la delegación de Soyapango, según él, para ir a cuidar las bartolinas.

—Allá estaría en mejores condiciones que acá –dice El Policía–, pero mi protesta es por un abuso: no me mueven porque quieran protegerme, me mueven porque quieren demostrarme que pueden hacer conmigo lo que quieran.

El Policía pide que una autoridad lo escuche. Que alguien con peso en la PNC le ayude para que dejen la persecución en su contra. Pide que mejoren sus condiciones y las de sus compañeros. Pide que le permitan sacar su arma de equipo porque tiene miedo. Como también lo tienen muchos otros policías. En lo que va del año han asesinado a una decena de policías y han atacado a otros tantos. Las autoridades denuncian que han sido pandilleros los atacantes. El Policía, como sus compañeros en la caseta del reparto La Campanera, tiene que abordar un autobús y transitar hasta tres territorios infestados de pandilleros para salir de Soyapango. En su colonia, cuando llega, teme que la clica que domina descubra que él es agente. Y por eso pide que las autoridades no vayan a revelar su nombre, hoy que ha hecho esta protesta, porque entonces firmarían su sentencia de muerte. Él Policía ni en su colonia puede sentirse seguro. Así de jodida está la seguridad de este país: un policía no se siente con autoridad ni en su propia colonia.

El Policía se declaró en huelga de hambre el viernes 9 de mayo, y contrario a lo que se dijo en algún periódico, no está pidiendo que le aumenten el sueldo. Está pidiendo, dice, que cesen la represión contra él y los compañeros que como él demandan mejores en las condiciones laborales de los agentes. El Policía asegura que de 10 agentes que lideraban los reclamos, seis han migrado debido a las amenazas de otros policías.

El sábado 10 de mayo, a El Policía le dolía la cabeza. El domingo 11, El Policía estaba pálido. Y temía por su causa. 'Lo más probable es que me abran un proceso disciplinario. Ya desde el viernes han intentado callarme, luego querrán desprestigiarme… Pero si deciden actuar con un proceso disciplinario, entonces me iré a hacer esta huelga frente al Castillo, hasta que me escuchen', dice El Policía, mientras algunos de sus compañeros terminaban de comer el almuerzo.

El viernes 9, el rumor de que El Policía se había ido a huelga apenas era un rumor. El jefe de guardia de la delegación de Soyapango, un policía veterano, dijo: '¡Entonces es cierto! Es que así había oído. El Policía es bien famoso entre nosotros, porque es de los que más defiende nuestros derechos'.

El lunes 12, el director de la Policía, Rigoberto Pleités, dijo en un canal de televisión: 'Los policías no se pueden dar el lujo de hacer huelgas de hambre'. Más tarde, en una improvisada conferencia de prensa, añadió: 'Lamentamos que él haya tomado esta decisión, nosotros estamos haciendo todas las evaluaciones acerca de su comportamiento haber si no presenta algún problema con él'.

A las 1:40 de la tarde del lunes 12 de mayo, El Policía seguía en huelga. Dice que le duele la espalda, a la altura de los riñones. Al menos empieza a ver esperanza para su protesta. La sede de la PDDH en Soyapango le informó que el procurador general David Morales se comprometería a mediar en una reunión con las autoridades de la PNC. Como medida de buena voluntad le pidieron suspender la huelga de hambre, pero El Policía ha decidido recuperar fuerzas con suero.

—Me alegra esa promesa. Pero mi decisión es no levantar esta huelga hasta después de haber sostenido esa reunión.

El martes 13 de mayo, a las 10:30 de la noche, el jefe de la Subdelegación de Soyapango, subinspector Walter Flores, acudió a la caseta de Las Campaneras y ordenó a todos los agentes, menos a El Policía, que recogieran sus pertenencias. Flores desmanteló la caseta policial y reubicó cuatro camarotes, tres archiveros, un escritorio y una hamaca en el puesto policial del cantón El Limón, ubicado a 10 minutos de Las Campenaras. A El Policía le quitaron un par de botas, dos uniformes policiales y se llevaron su arma de equipo. Lo dejaron solo, apenas con un colchón, bajo una tormenta copiosa que esa noche baño al departamenteo de San Salvador. 'Me dejaron tirado en esta colonia. Quizá querían que mataran los pandilleros', se quedó El Policía un día más tarde.

En El Salvador, uno de los tres países más violentos de la región centroamericana, cuando un policía protesta, las autoridades responden quitándole hasta las botas, abandonándolo en un barrio plagado de pandilleros de la 18.

El miércoles 14, por la mañana, El Policía recogió sus pertenencias, entre ellas un libro grueso que contiene la 'Constitución y las leyes penales' y un garrafón de agua. Abordó un autobús que lo sacó del sector y luego un taxi que lo movió desde el centro de Soyapango hasta el centro de San Salvador. A una cuadra de El Castillo se cubrió el rostro con un gorro navarone, caminó hacia la entrada del cuartel general de la PNC y reinstaló su protesta, ante los ojos sorprendidos del resto de policías que entraban y salían de El Castillo. Dos horas más tarde, a la 1:45 pm, las autoridades seguían sin darle importancia y sin dar declaraciones a la prensa. A cada periodista que llegaba a entrevistarlo El Policía le decía que no se movería hasta cumplir su objetivo: que le escuchen. 'Aquí fue que presté juramento y aquí es quizá donde voy a terminar', decía, retador. Dos horas más tarde, y bajo el sol del mediodía, El Policía comenzó a vacilar. Ni el apoyo que llegaron a darle dos agentes, que le ofrecieron dulces y agua lo reanimaban.

—¡Hey! ¡No se vayan! No me dejen solo, que si me quedo solo aquí entonces estos sí me van a topar -dijo El Policía a un par de periodistas, bajo la escasa sombra de un joven almendro, mientras señalaba hacia las puertas de El Castillo.

(Soyapango, San Salvador, El Salvador. Mayo de 2014.)

El agente de la PNV en huelga llegó hoy, miércoles 14 de mayo 2014 frente al cuertel general de la Policía Nacional Civil, conocido como  
 
El agente de la PNV en huelga llegó hoy, miércoles 14 de mayo 2014 frente al cuertel general de la Policía Nacional Civil, conocido como  'El Castillo', en el centro de San Salvador.


 

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