Crónicas y reportajes /
I. El debut del milagro

El domingo 9 de marzo se cumplieron dos años desde que el gobierno trasladó a 30 líderes de la Mara Salvatrucha y del Barrio 18 a cárceles comunes a cambio de que estos ordenaran reducir los homicidios. A aquello, y a las voluntades y acciones —exitosas o fracasadas— que se han sucedido desde entonces, se le ha llamado coloquialmente “la tregua”. El Faro ha reunido 18 escenas inéditas ocurridas a lo largo de estos dos años, que publicaremos en tres entregas y que retratan lo que este periódico ha descubierto del proceso de tregua, algunas de sus sombras y logros, sus evidentes carencias y el talante de sus principales protagonistas.


Fecha inválida
Carlos Martínez y José Luis Sanz

Estos textos breves recogen pinceladas de la microhistoria de la tregua. En algunos de ellos los periodistas de El Faro aparecemos como protagonistas involuntarios de lo que se narra. Contamos el proceso desde nuestra propia experiencia. Las historias enhebran rumores precoces que acabaron siendo ciertos, casualidades que derivaron en noticia, voces cambiantes de empresarios, alianzas electorales que probablemente constituyen delito, o a un pandillero pintando con atomizador una línea en el suelo. Piezas, pedazos que no alcanzan a resolver los innumerables vacíos que acumula la verdad de lo sucedido, pero tratan de ser al menos un aporte más para la documentación y la discusión.

Un pandillero firma un acuerdo de paz entre pandillas en Ilopango bajo la mirada de Fabio Colindres y David Munguía Payés. 22 de enero 2013. Foto El Faro
 
Un pandillero firma un acuerdo de paz entre pandillas en Ilopango bajo la mirada de Fabio Colindres y David Munguía Payés. 22 de enero 2013. Foto El Faro

1. Noticia de una primicia

El primer rumor nos había llegado meses antes, cuando Douglas Moreno aún era director general de Centros Penales, y sin demasiada fe, como por rutina, le preguntamos:

—Douglas, ¿tú has autorizado que entre gente del gobierno a los centros penales para buscar un pacto con las pandillas?

Nos dijo que no, que no sabía nada, y concluimos, claro, que era solo un rumor, que no tenía cimientos. Era absurdo, no cuadraba, porque desde hacía solo unas semanas el nuevo ministro de Seguridad Pública era el general David Munguía Payés y él era… era… bueno, ¡era un general del ejército! Que además había dejado muy claras sus ideas sobre seguridad pública: desde su uniforme verde olivo había criticado les leyes “garantistas” que según su criterio protegían a los pandilleros; había propuesto suprimir garantías constitucionales, cuestionado a los activistas de derechos humanos… no era el perfil de funcionario que le habla al lado amable de los criminales, menos aun el que sacaría de la cárcel de máxima seguridad a algunos de los más connotados pandilleros del país.

Eso mismo pensamos cuando, a inicios de marzo, un miembro del Organismo de Inteligencia del Estado le contó a un periodista de El Faro que el gobierno estaba sacando a los principales líderes pandilleros del penal de Zacatecoluca. No cuadraba. Así que buscamos por otro lado: los juzgados de vigilancia penitenciaria deberían tener registro de una maniobra así. Pero resultó más complicado de lo que pensamos y solo conseguimos confirmar tres traslados. Aunque eran personajes de la talla de El Sirra, uno de los líderes de la MS-13, la cantidad de movimientos bien podría pasar por rutinaria.

Pero el informante aseguró que se trataba de una estrategia del gobierno para hacer cumplir la loca promesa del general Munguía, según la cual él reduciría el índice de homicidios al menos en un 30 % en solo un año. Así que hicimos un ejercicio que teníamos tiempo de no hacer: contar asesinatos diarios. Sorpresivamente, la semana que siguió a los supuestos traslados había amanecido anómala: el lunes, 2 asesinatos. El martes, 3; el miércoles, 5… Para quien está familiarizado con la trama salvadoreña, eso es una increíble buena noticia, sobre todo porque justo la semana anterior el promedio rondaba los 13 asesinatos diarios.

Un año antes, luego de una larga serie de entrevistas en el penal de máxima seguridad de Zacatecoluca para completar un trabajo que se acabaría llamando El Barrio roto, Carlos Ernesto Mojica Lechuga, Viejo Lin, quizá el más famoso miembro del Barrio 18, nos había pedido un favor: ellos andaban buscando a alguien que les escuchara y que pudiera transmitir mensajes a las autoridades y creían que el director del Museo de la Palabra y la Imagen, Carlos Consalvi, podría jugar ese rol. Viejo Lin quería que le diéramos a Consalvi el recado. En aquella ocasión decidimos aplicar a rajatabla la norma autoimpuesta de que como reporteros no entramos ni sacamos mensajes de privados de libertad a terceras personas. ¿Habían encontrado por su cuenta intermediarios con el gobierno? ¿De verdad el general que pedía más involucramiento del ejército en seguridad pública era ahora capaz de llegar a acuerdos con las pandillas?

Cuando preguntamos sobre los traslados al entonces director general de Centros Penales, Nelson Rauda, con quien habíamos mantenido una cercana relación durante mucho tiempo, nos dijo que esa era información de la que solo el ministro estaba autorizado a hablar. Desde luego, lo dimos por confirmado.

Finalmente un funcionario de alto nivel en el gobierno nos aseguró que habían sido trasladados una treintena de líderes de la MS-13 y del Barrio 18, desde “Zacatraz” hacia diversos penales en el país, que entre los trasladados estaban todas las celebridades en el mundo pandilleril: Viejo Lin, Duke, Diablito de Hollywood, El Trece…; que los traslados se hicieron de noche y que fueron ordenados directamente por el ministro.

Nos faltaba confirmar con algún miembro de pandillas que nos hablara de las órdenes recibidas desde las cárceles y luego de algunas llamadas terminamos sentados en la cafetería de un centro comercial con un pandillero de la MS-13 que terminó de armarnos el rompecabezas.

Mientras conversábamos entró a aquel restaurante un exdiputado del FMLN que teníamos mucho tiempo de no ver y cuyo nombre no recordamos de inmediato. Pasó de largo y nos saludó apenas con un ligero gesto de cabeza. Se sentó a una mesa cercana y se tomó un café. Solo. Al salir de la cafetería alguien recordó que aquel exdiputado se llamaba Raúl Mijango. 10 días después, Mijango anunciaría que él era el mediador, que era responsable del traslado y del acuerdo entre las dos grandes pandillas. Pero en aquel momento nadie le dio importancia.

2. Advertencia

Conferencia de prensa de líderes pandilleros en el penal La Esperanza. 19 de enero 2013. Foto El Faro
 
Conferencia de prensa de líderes pandilleros en el penal La Esperanza. 19 de enero 2013. Foto El Faro

La noche va a ser larga para el equipo de redacción de El Faro pero aún no lo sabemos. Es un jueves de rutina. Hace una semana revelamos la negociación entre el gobierno de Mauricio Funes y las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18 para reducir los homicidios, y durante la tarde ha habido que tomar decisiones complicadas, pero pensamos que la noche va a ser tranquila. De un fax va a salir un documento que nos dirá que no. Falta menos de una hora para eso.

Son las 7 p.m. y estamos con Raúl Mijango en el estudio de radio de la Cool, una emisora juvenil del grupo YSKL. Estamos fuera del aire, con micrófonos apagados durante un corte comercial, pero la discusión que hemos tenido durante todo el programa no se detiene: si el gobierno no forma parte de esto, ¿por qué los mediadores son, casualmente, dos personas de confianza y acceso directo al ministro Munguía Payés? ¿Cuándo comenzaron los contactos? ¿En qué consistió la negociación para lograr la tregua? Hay demasiadas sombras, demasiado que sospechar de este milagro repentino obrado y anunciado hace solo 48 horas por un obispo de cáliz dorado y un nada santo excomandante guerrillero con fama de arrojado y de conspirador. Mijango responde con evasivas, ríe y se echa hacia atrás en la silla, burlón, panzón, cómodo:

—Cuando te gustó un platillo no preguntás al cocinero cómo está hecho, jaja. ¡Te gustó! ¡Ya estuvo!

El mensaje de las autoridades y los mediadores de la tregua a un periodista: no hagas preguntas, come y calla.

Volvemos al aire. Sigue el espadeo y se van acumulando, muertas, las preguntas que no reciben respuesta clara. De repente, con la sonrisa del prestidigitador que saca un conejo de su manga, Mijango lee un par de párrafos de un documento que ha mantenido doblado en sus manos todo este tiempo: es un comunicado de las pandillas, de ambas, de la cúpula de la Mara Salvatrucha y de la del Barrio 18. “Si nosotros somos parte del problema también podemos ser parte de la solución (...) No deseamos seguir haciendo la guerra (...) Han facilitado que después de 20 años hayamos podido llegar a un acuerdo común entre las dos pandillas rivales (...)”. En los últimos años los barrios han emitido comunicados conjuntos, como los de 2010 pidiendo diálogo al gobierno o demandando mejor trato a sus presos, pero eran de origen confuso y contenido previsible. Nunca antes llevaron el sello de la dirigencia. Nunca antes estuvieron precedidos por una espectacular caída del número de homicidios. Al acabar el programa le pido a Mijango una copia del documento.

—No sé si puedo dártelo. Ellos se lo dieron ya a todos los medios hoy, en una conferencia de prensa que dieron en la cárcel.

—Sabes perfectamente que a El Faro no nos invitaron y que no nos dieron el comunicado.

—Tendría que pedirles autorización a ellos. Han de ser ellos quienes se lo den.

—Si lo tienen ya todos los medios, ¿por qué no nosotros?

Finalmente, el mediador accede y entrega las tres hojas dobladas. Hay una oficina abierta a la entrada del edificio. Antes de leerlas, las coloco en un fax para copiarlas. La máquina escupe lentamente la primera página. Mientras vomita el resto, leo esa primera copia gris: “Al pueblo salvadoreño hacemos saber: 1. Que rechazamos enérgicamente la publicación irresponsable, tendenciosa, perversa y poco profesional al utilizar fuentes ficticias, que un periódico digital hiciera pública...” No doy crédito. Cuesta dimensionar lo que esto significa. El primer comunicado conjunto que las cúpulas encarceladas de la Mara Salvatrucha y el Barrio 18 han hecho en la historia de El Salvador tiene 10 puntos, 10, y dos de ellos, el primero y el tercero, son señalamientos directos contra El Faro y su director. “Es inaudito que existan personas como Carlos Dada...” En los días próximos habrá tiempo de redimensionar esas líneas, de medir riesgos y depurar la intención real de la amenaza, pero en este momento es como si un punto rojo, un puntero láser, se hubiera posado de repente en el pecho de toda la redacción. Son las 7:45 del jueves 22 de marzo.

Al otro lado del teléfono, Carlos Dada escucha el texto del comunicado entre sorprendido y enfadado. Ya está maquillado y en 15 minutos aparecerá, como cada jueves, en el programa televisivo “8 en punto”, que dirige Nacho Castillo.

—Venite, vamos a esperar para iniciar el programa a que traigás el comunicado.

Aún no he colgado y veo que a Mijango le han dado sus originales y se va. Se marcha. Sin una explicación, sin decir palabra. Ha callado durante una hora de programa el detalle de que el comunicado incluía menciones a El Faro y ahora se va sin mediar palabra. Le alcanzo ya en la calle. Es de noche, amaga marcharse, con gesto de prisa.

—Raúl, ¿qué significa esto? ¿Cómo debemos interpretar esto?

—Es lo que leés. Ustedes fueron muy irresponsables.

—¿Es esto una amenaza?

—No, pero los líderes en la cárcel están muy enfadados. Dicen que ustedes con su publicación han puesto en peligro sus vidas. Ustedes van de sanvergones y se lo buscaron, ahora aguanten las consecuencias.

—¡Tú sabías que esto se iba a difundir y lo permitiste!

Le digo que un comunicado así no se ha podido imprimir y difundir sin el visto bueno de las autoridades, del Estado, pero no responde. Se tiene que ir, dice. Tiene, dice, una reunión con el ministro Munguía Payés.

El comunicado vuela en carro a través de las calles vacías de San Salvador hasta llegar al estudio de Canal 33 en la colonia Escalón. Nacho Castillo ha retrasado el inicio de su programa y lo arranca en el instante mismo en que las borrosas copias salidas del fax le llegan a las manos. Lee el comunicado directamente al aire. A su lado están los jefes de redacción de La Prensa Gráfica y del CoLatino, además del director de El Faro. Ninguno sabía del comunicado. Mijango mentía cuando dijo que todos los medios de comunicación del país tenían una copia.

Esa noche la redacción de El Faro se reúne casi al completo, de emergencia, en casa de Carlos Dada. Discutimos por horas el alcance del comunicado, sus implicaciones. De entrada, hasta que tengamos información más completa sobre lo que la MS-13 y la 18 quieren decir, se suspende cualquier visita de campo a cárceles o a comunidades controladas por pandillas, o entrevistas relacionadas con narcotráfico en el interior del país. El comunicado no es una amenaza directa, pero llega una semana después de que también el gobierno había enviado mensajes intimidantes a El Faro, y tememos que alguien aproveche la confusión para cobrarnos viejas publicaciones o que un pandillero nervioso y con ansias de figurar crea que haciéndonos algo va a quedar bien con sus jefes. Se discuten protocolos de seguridad, se acuerda la postura editorial que tomaremos, se asigna a dos personas la redacción de un editorial y a otras dos la de una nota informativa sobre el comunicado. Ambos textos han de estar on line por la mañana. Esa noche, todos nos acostamos de madrugada. Hay quien duerme en el mismo sofá en el que terminó de escribir.

Al día siguiente, aparte de El Faro, solo un periódico matutino tendrá el texto del comunicado en sus páginas. El columnista Paolo Lüers, amigo de Mijango y del ministro, tenía el documento desde el miércoles. Había decidido apoyar la tregua, difundirla, defenderla, y en premio tuvo dos días para visitar antes que nadie las cárceles de Cojutepeque y Ciudad Barrios, entrevistar a líderes de la MS-13 y el Barrio 18, y escribir el resultado. El Diario de Hoy presentaría como exclusiva periodística el primer texto de propaganda pactado por los mediadores y las pandillas: “Hablan las maras”.

3. Era el ministro

Nelson Rauda, exdirector de centros penales. Foto El Faro
 
Nelson Rauda, exdirector de centros penales. Foto El Faro

Durante la entrevista, Nelson Rauda resbaló una y otra vez. Probablemente deseaba ser sincero. Es evidente que tenía instrucciones de no serlo.

El resultado fue un derroche de respuestas incompletas pero más reveladoras de lo que convenía a la estrategia del gobierno. En aquella primera entrevista de El Faro con un funcionario del área de seguridad tras destapar la negociación con las pandillas, Rauda aceptó que el traslado de los líderes de la MS-13 y la 18 estaba vinculado a la tregua y acabó admitiendo que, al reubicar a esos 30 hombres en cárceles de menor seguridad, el Estado les devolvía conscientemente el control de sus estructuras criminales. Aunque lo hiciera con el fin de que pudieran hacer efectiva la reducción de homicidios.

El día anterior, Raúl Mijango y Fabio Colindres se habían presentado en público como mediadores de la tregua y evidenciado las precipitadas mentiras del ministro Munguía Payés. La confusión era absoluta. De las escurridizas respuestas de Rauda emanaba la primera luz.

Cuando ya me despedía, con la grabación en el bolsillo, sonó el teléfono celular de Rauda. Tomó la llamada. La conversación fue corta.

—Era el ministro. Me pidió que no dé declaraciones. Dijo que él va a ser el único vocero de todo esto.

Se hizo un silencio incómodo. Sobre todo para él.

—¿Hay alguna posibilidad de que esta entrevista que acabamos de hacer no se publique? —me dijo.

Rauda me parecía un funcionario bienintencionado y algo ingenuo. Cualidades delicadas en un puesto tan complejo como el suyo. Le propuse algo: el ministro nos había prometido una entrevista para el día siguiente, jueves 22, a las 5 de la tarde. Si efectivamente la daba, se abría la posibilidad de reservar la suya. Lo esencial para nosotros era que el Ejecutivo encarara nuestras dudas y diera respuestas. Si lo hacía por boca del general Munguía Payés, no había necesidad de meter a Rauda en problemas. Él lo entendió. Lo aceptó.

Cuando al día siguiente, a inicio de la tarde, el ministro canceló, solo tardé unos minutos en llamar a Rauda para explicarle la situación. Íbamos a publicar.

—Dale. Hacé lo que tengás que hacer. Cargaré con las consecuencias —respondió sabiendo que estaba en un buen lío.

Las consecuencias nos alcanzaron a todos. En el gobierno hubo quien se burló de las respuestas de Rauda y le hizo sentir torpe por no saber mentir tan bien como los demás. Él, tal vez herido, vetó a los periodistas de El Faro el acceso a cárceles. Las pesquisas sobre la tregua se volvieron más difíciles. La investigación de las condiciones carcelarias en el país, a la que dedicábamos esfuerzos constantes desde hacía más de un año, se hizo imposible.

4. Los enemigos de la tregua

Carlos Martínez, periodista de El Faro, conversa con Carlos Lechuga alias El viejo Lyn después de una conferencia de prensa en el penal La Esperanza. 19 de enero 2013. Foto El Faro
 
Carlos Martínez, periodista de El Faro, conversa con Carlos Lechuga alias El viejo Lyn después de una conferencia de prensa en el penal La Esperanza. 19 de enero 2013. Foto El Faro

A Viejo Lin le gusta la palabra “pacotilla”… y le gusta más decir que nosotros somos unos periodistas de “pacotilla”. Pero lo que más le gusta, lo que le hace brillar de pura contentura es cuando tiene público y nos puede llamar a sus anchas, entre grabadoras y cámaras, “pe-rio-dis-tas-de-pa-co-ti-lla”. A nosotros, en cambio, para ser francos, no nos gusta.

Las pandillas metidas en la tregua originalmente —que no son dos, sino tres, contando que el Barrio 18 está partido en dos facciones— nos han sabido dejar muy claro que ellos nos tienen anotados en la lista de enemigos de la tregua, poco menos que como boicoteadores. Lo que le quita hierro al asunto es que de todos modos en esa lista tienen anotados a básicamente todos los medios de comunicación.

Pero la inscripción de El Faro al club tiene algunas razones muy concretas: en primer lugar, revelamos la existencia del acuerdo y eso no alegró a ninguno de los involucrados en el pacto. Y la segunda razón y también la más poderosa es que en aquella primera nota consignamos que algunos policías —particularmente dentro del Sistema de Inteligencia Policial— creían que los militares estaban sobornando a pandilleros para que se integraran a la tregua. También dijimos que se trataba de una creencia de ellos y que no podían probarla. Eso último no todos lo leyeron.

Pero Lin no está enojado por eso. Según nos dijo, le pareció insoportable que en una crónica publicada en 2011 lo describiéramos como un tipo feo. Nos dijo que nuestro artículo rebalsaba de ganas de hacerlo quedar mal.

—¿Pero a qué parte te referís? ¿Dónde te insultamos?

—Es que no lo he leído…

—Ah, la puta…

—Pero me ha contado mi abogado… además es mi derecho constitucional expresarme libremente y decir que ustedes son unos periodistas de pacotilla. —Y Lin sonríe como un vampiro o como un niño terrible, y en aquel penal apiñado y maloliente muchos le ríen la gracia.

A nosotros, para ser francos, no nos gusta.

* * *

La incómoda plática con Lin ha terminado. El acto religioso también. Antes de salir reconocemos a lo lejos a uno de los veteranos líderes de la 18 que purga condena por homicidio y con quien no coincidíamos desde que él estaba en Zacatecoluca. Ha engordado.

Nos saluda contento. Nos propone charlar con calma otro día. Nos invita a estar en contacto. “Claro, ¿cómo podemos hacerlo?”, le preguntamos, conscientes de que los teléfonos son, en una cárcel salvadoreña, tan comunes como los barrotes. Él saca de su pantalón holgado un aparato Blackberry mientras pide disculpas porque no se sabe de memoria su número. “¿Cuál es el tuyo? Te voy a dejar una llamada perdida.” Efectivamente, al salir del penal su llamada está esperando en uno de nuestros teléfonos.

Unas semanas después, encontramos una nueva llamada perdida de ese número. La devolvemos y el líder de la 18 contesta de inmediato. De fondo suenan los ecos desordenados de la cárcel. “Amigo, ¿cómo estás? Te llamo porque quiero invitarte a mi cumpleaños. Lo celebramos el sábado”, dice. Le preguntamos extrañados: “¿Tu cumpleaños?”. Sí. Lo va a celebrar en la cárcel. Una cosa sencilla, explica, no la gran fiesta, solo algunos amigos cercanos que llegarán a visitarlo. Entendemos, por el contexto, que se refiere a homies en libertad y a pandilleros que están en otros penales. Una cosita familiar. “Lo único es que necesitaría que hagás un aporte, algo sencillo, que traigás un cake”, dice.

Respondemos con cordialidad, agradecidos. No sabemos si podremos ir. De hecho vemos difícil que nos dejen entrar. “No, tranquilo, eso se gestiona con Raúl”, nos tranquiliza. No sabemos si la fiesta se celebró. Digamos que, por otros compromisos, no pudimos asistir.

* * *

Fumar es como una bendición. Cae una lluvia que pareciera ser la última lluvia, la del fin de todos los tiempos, sobre la lámina ruidosa de un pequeño salón de actividades varias en el penal de Quezaltepeque. Caminar un corto pasillo sin techo nos ha dejado como recién salidos de una piscina, pero los homies de la facción revolucionaria del Barrio 18 se confortan soltando largas bocanadas de humo.

No hemos venido a hacer una entrevista, sino a solicitarla formalmente a la ranfla nacional de los dieciocheros revolucionarios. Hay seis personas, incluida una mujer —es la primera y la única vez que hemos visto eso en un penal de pandilleros— que arrulla a su bebé mientras escucha nuestros argumentos y las réplicas de sus compañeros de pandilla.

Al principio la reunión es tensa: Suchi, lleno de juventud y de tatuajes que le trepan por el cráneo, es concluyente: o pedimos disculpas públicas por mencionar la versión policial sobre el dinero, o para nosotros no hay ni agua. Y amaga con levantarse… hasta que llega Duke… más viejo, más calmado y nos saluda con los puños y las palmas. Lo conocimos hace un año en el penal de Zacatecoluca. Luego de escucharnos, nos repite lo mismo que Suchi, pero más bonito, sin gritos, sin gestos malos.

Cuando algunos homeboys escucharon el rumor de que había dinero de por medio para los líderes, se sintieron vendidos y los líderes tuvieron que ponerse rudos para ser escuchados. De manera que les parecería muy conveniente una publicación en la que pidiéramos disculpas por mencionar dinero. Hoy no habrá entrevista.

La lluvia arrecia y azota dentro del salón. Algunos se quitan las camisas para tapar al morrito de la homegirl y evitar que se ponga enfermo.

* * *

La MS-13 siempre fue una pandilla misteriosa, fascinante… Pero tener al Croock viéndote a los ojos a un palmo de distancia, con ese gesto suyo de hoz, o de tiniebla, que presagia cosas tan… tan feas, es ciertamente intimidante. Lo de llamarla y verla venir aplica en casos como estos.

La Mara Salvatrucha había desistido de su solicitud inicial que consistía en que nuestro director, Carlos Dada, en persona, fuera a su penal a pedirles disculpas por haber publicado lo del dinero. Cuando les dijimos –a través de Raúl Mijango- que eso no sucedería, accedieron a darnos audiencia y a permitirnos intentar convencerlos de dejarse entrevistar.

Así que comparecimos frente a la cúpula nacional de la pandilla y el Croock se sentó justo al lado nuestro, con una copia del reportaje en cuestión enrollado dentro de su puño derecho, el rostro fruncido y aquellos ojos diminutos apuntando fijo y sin fin. Nos escucharon y se dieron por satisfechos con nuestras explicaciones. Después de aquello nos concedieron una larga entrevista de cuatro horas, repartidas en dos sesiones en las que nos invitaron a almorzar. Croock terminó relajándose y sonriendo por debajo de su bigotillo que lo hace parecer un auténtico chino.

Después de publicada la entrevista, Raúl nos notificó que de nuevo habíamos caído en desgracia con la Mara, que no les había gustada ni tantito la publicación, precisamente porque habíamos publicado todo, incluso un rifirrafe en medio de la entrevista cuando el Chino consideró que estábamos curioseando demasiado en las initimidades del barrio. Mijango nos explicaría después que a la ranfla no le gustó que los mostráramos enfadados. Dijeron que teníamos la intención de hacerlos “parecer malos”.

5. Relato de una orden

A pesar de las evidentes tensiones entre el gobierno y el periódico, que el general David Munguía Payés aceptara dar una entrevista a El Faro era fácil. Lo difícil era conseguir que esta se realizara. Promesa, promesa, a veces fecha y hora, y finalmente cancelación. El circuito, a base de repetirse, empezaba a viciarse. Habían pasado casi dos meses desde el traslado de líderes pandilleros y el ministro de Seguridad no nos daba la cara.

Fue uno de los reclamos directos que le hicimos al presidente de la República aquella mañana del 4 de mayo en Casa Presidencial. En teoría Mauricio Funes convocaba a los jefes de redacción, directores y propietarios de medios de comunicación nacionales para presentarles el Pacto por la Seguridad y el Empleo, una iniciativa llamada a responder, sin decirlo, a la tregua de las pandillas. En realidad, dado que el pacto era en ese momento el nombre de una carpeta vacía, las dos horas de reunión fueron poco más que un desmentido a las revelaciones de El Faro y un llamado a que los medios presentes, por alguna razón mediana entre la responsabilidad social y la pleitesía a la investidura presidencial, apoyáramos la versión oficial del pacto con las pandillas, que era, básicamente, que tal pacto no existía.

En honor al off the record no se pueden revelar detalles del diálogo, por momentos tenso, que mantuvimos con el mandatario, pero sí decir que denunciamos el silencio del ministro de Seguridad, sentado en aquel salón a la derecha del presidente.

—No veo razón para que el ministro, en la medida en que lo permita su agenda, no les conceda una entrevista —respondió Funes—. En este momento le doy instrucciones para que les abra un espacio.

El ministro, que ese día lucía un llamativo saco azul, asintió.

El mismo presidente Funes prometió en público, al salir de esa reunión, dar una entrevista a El Faro “antes del 1 de junio”. Dos años después seguimos esperando. En cambio, su orden a Munguía Payés dio frutos inmediatos. Menos de 20 minutos después de haber abandonado Casa Presidencial sonó el teléfono de Carlos Dada. Era el ministro.

—¿Para cuándo querés que programemos la entrevista?

Publicamos 10 días después, el 14 de mayo. El titular de la entrevista dejó poco para la imaginación: “El trabajo de monseñor Colindres y Raúl Mijango era una pieza de mi estrategia”. Por primera vez, Munguía Payés admitía la paternidad de la tregua.

6. Tres meses en el Parque Libertad

Pandilleros conversan en un pasaje de la urbanización La Trinidad en Ilopango. Foto El Faro
 
Pandilleros conversan en un pasaje de la urbanización La Trinidad en Ilopango. Foto El Faro

Las primeras semanas fueron complicadas para todos, dentro y fuera de las cárceles, fuera y dentro de la pandillas. La sombra del dinero que, según algunas fuentes, se había pagado a los líderes de la Mara Salvatrucha y del Barrio 18 a cambio de la tregua, agitó avisperos, hizo pensar en supuestas traiciones, puso en riesgo vidas. A inicios de mayo, un expandillero de la 18 nos contó lo complicadas que estaban las calles:

—Ya hay gente que cree que Lin es un peseta. Cuando esto termine lo van a matar.

Ser un peseta es ser un retirado, un traidor a la pandilla, y se castiga como se castiga lo imperdonable. La tregua había devuelto relevancia pública al Viejo Lin, el líder histórico de la 18, el hombre que provocó la fractura absoluta de su propia pandilla, y eso le colocaba de nuevo en la mira de los suspicaces. Las pandillas son siempre un nido de peligrosas suspicacias. Y en las primeras semanas de tregua la falta de verdades claras, la abundancia de mentiras evidentes, daba carta libre para sospechar. Y para que cada uno imaginara por su cuenta el futuro del proceso. Días antes de nuestra conversación con él, el expandillero se había encontrado con un antiguo amigo, que actualmente corre, dirige, la clica dieciochera del mítico Parque Libertad.

—¿Qué ondas? —saludó el pandillero, y reclamó al que fue su homie por el tiempo transcurrido—. Ya no te dejas ver.

—¡Si el que no te dejás ver sos vos, que dicen que andás de negociador!

—No´mbre, si eso es casaca, lo que se han pactado son tres meses.

Era cierto. En un primer momento el acuerdo entre pandillas y con el gobierno era solo para tres meses, que podían, o no, renovarse dependiendo del cumplimiento de compromisos por todas las partes. Los mediadores lo aceptaron en un reportaje que se publicaría tiempo después, en septiembre: había que marcarse metas cortas y tantear el terreno a cada paso, nadie sabía hasta dónde podía llegar la apuesta por el diálogo. Hoy se sabe que la maniobra salió mejor de lo esperado. El complicado castillo de naipes, que parecía condenado a caerse, ha cumplido en pie con más o menos vigor dos años. Y Lin sigue vivo.

logo-el-faro-en-minutos

Cada semana en tu correo, lee las más importantes noticias acerca de America Central
Apoya el periodismo incómodo
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas llegue adonde otros no llegan y cuente lo que otros no cuentan o tratan de ocultar.
Tú también puedes hacer periodismo incómodo.Cancela cuando quieras.

Administración
(+503) 2562-1987
 
Ave. Las Camelias y, C. Los Castaños #17, San Salvador, El Salvador.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
TRIPODE S.A. DE C.V. (San Salvador, El Salvador). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2022. Fundado el 25 de abril de 1998.